La tendencia natural del ser humano es a pecar; y la tendencia natural del pecado es crecer en pecados cada vez más grandes. Además, el pecado de un cristiano crecerá de igual forma que el de un incrédulo. Si se tolera y no se vigila, nuestros pecados internos de amargura, enojo e ira conducirán de forma inevitable a los pecados exteriores de griterÃa y maledicencia y toda clase de manifestaciones de malicia. . . .